Nuevamente, el laberinto de soledad y silencio Se erige a su alrededor, Su fetidez, su obscuridad, su tremebunda umbra Se disuelven ante los ojos del caminante, Quien recorre sus sendas libre de atávicas pesadumbres y tristezas. Los muros de silencio rompen con su indiferencia, Ahora le gritan, le cantan, le revelan sin cesar la sabiduría que guardan, Aquellos secretos obscuros de los que son depositarios Las ruinas del cielo se reconstruyen ante su mirada, Se estremecen, sueñan y mueren nuevamente; Ya no es altar, ya no es alma, no es esclavo, Ahora quien recorre estos caminos caliginosos es un ídolo, Cuya presencia altiva obliga al infierno a reverenciarle, Pues entronado lo ve todo en el infinito del laberinto, Lo recorre, lo posee, lo invade, En el cielo sus recuerdos ya no flotan vacíos como esperanza tóxica, Sino que descansan en las bibliotecas sagradas de los templos En su nombre erigidos. ¡Oh!, cuan magnifico resulta ahora su propio infierno, Pues su aislamiento tétrico le ha librado de sus ataduras mortales, De aquellos límites que le hacían vomitar su voluntad, Que le torturaban con destellos y espejismos atávicos, Ahora su nombre se erige en el obituario celeste, Y su entereza, puente entre el plano astral y material, Es dueña absoluta de su propio infierno, Torcido a su voluntad, moldeado a su necesidad, Finalmente, se ha convertido en dueño de su mente, de su alma, Y de este mundo maldito. Teksty umieszczone na naszej stronie są własnością wytwórni, wykonawców, osób mających do nich prawa. |
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