El tiempo, el tiempo, mágica e infantil manera de medir las sensaciones, Los recuerdos, las emociones, porque para mí parece que fue ayer Cuando mi viejita en una mañana de verano a mis 4 años Me llevaba de la mano a ver a una maestra particular La señorita Ursioli, porque en esos tiempos no existían los jardines de infantes Mi viejita que según me han contado era una piba que le encantaba ir a bailar, Le gustaba cantar, cantaba bien eh!, con una voz chiquitita, mi viejita... Mi viejita, decía, me tuvo a los 20 años y a los 21 se le declaró Una artritis deformante que la transformó de una mariposa alegre y cantarina, En una mujer que año tras año se fue entumeciendo por afuera y Endureciendo por dentro; que año tras año fue caminando más lenta y dolorosamente Cada mañana un nuevo dolor, cada día un nuevo suplicio que mi viejita soportaba Estoicamente y a veces con mucho humor Nina casi no, no podía andar pero volaba, volaba con las alas de los sueños Y de allí el interminable caudal de fantasía con la cual supo bañarme Y dejarme en la piel el aroma de la imaginación Como a todos los pibes me leía cuentos, porque guarda en aquella época todavía No había llegado la televisión a la Argentina, pero no eran cuentitos de los 3 Chanchitos, Caperucita, no, me leía Las Mil y Una Noches en su versión original, imagínense lo que era mi cabecita, era el depósito de las alfombras voladoras y de los tesoros robados por Alí Babá y los 40 ladrones, y que sé yo, tantas y tantas cosas. Nina, la renguita, que llevaba al nene al colegio o a la salita de primeros auxilios a Vacunarlo contra la poleo; la que hacía el mejor budín de pan que haya comido; la que con sus deditos deformados bordaba mis iniciales en la ropa cuando e fui a la colonia de vacaciones del frigorífico Wilson, donde trabajaba mi viejo en las mañanas por aquellas Épocas. Nina, la que inventaba una sonrisa, una sonrisa para mí tras las lágrimas de un dolor insoportable, viejita, mamá, que no daría hoy por seguir teniéndote. Bueno, como iba contando, recuerdo aquel patio grande donde debajo de una parra Había muchas mesas ocupadas por chicos de todas las edades, la maestra me observó y me dijo con ternura: querés venir? Y aquel tono y la mirada de aquellos ojos claros me hicieron tomar la gran decisión de separarme de mi madre por primera vez en mi tan corta vida, cuándo empieza? Preguntó mi madre, el lunes dijo la maestra, y qué tiene que traer? Un cuaderno cuadriculado, un lápiz negro y una goma, eso es todo, igualito que ahora! Y así fue que me encontré con el gato de la G, con el oso de la S y con toda la fauna ortográfica Con la cual aprendí a escribir y a leer, con el libro Pimpollito. "No olvidaré las manos de mi madre ni esa maestra de un grado inferior que me enseñaba las letras sin palabras con las que hoy escribo esta canción"Teksty umieszczone na naszej stronie są własnością wytwórni, wykonawców, osób mających do nich prawa.