Y por fin llegó sexto grado, el último de la primaria de aquella época, Ya éramos una pequeña pandilla de cachorros aprendices, jugábamos a ser grandes Y lo único grande que teníamos eran los mocos. Pero allí estaba la señorita Texeira, de la cual entre otras cosas, recuerdo Que nuestro primer encuentro, mano a mano, me preguntó: Así que usted es Sánchez, el poeta? Y yo con el silencio rojo que te da lo inesperado: Sí señorita, y ella: bueno espero que me quieras tanto como a la Cuniglio, celosa yo?, Dios mío! Que maestras!, sabían muy bien quienes éramos Y que esperar de cada uno de nosotros. Dios bendice las maestras de las escuelas del estado!Teksty umieszczone na naszej stronie są własnością wytwórni, wykonawców, osób mających do nich prawa.