La sorpresa de la noche, asomada al mar, fue que dos desconocidos se encontrarán, tú y yo, en la oscuridad tus manos enredadas en las mías, fue creciendo demasiado éste nuestro amor.
Si telefoneando aquí pudiera yo dejarlo, te llamaré y si volviendo a verte, tú me prometes que no sufres, yo volveré y, si mirándote a los ojos, supiera decir basta, te miraré y no sabré explicarte, que nuestro amor recién nacido, no es infinito.
Si telefoneando aquí pudiera yo dejarlo, te llamaré y si volviendo a verte, tu me prometes que no sufres, yo volveré y, si mirándote a los ojos, supiera decir basta, te miraré y no sabré explicarte, que nuestro amor recién nacido no es infinito.
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