Un lamento sin par Enfría el alma, de quien lo escucha Es un convicto de mal Traidor de una fe, contra la que lucha
Que habla de un amor Y una bondad, impuestos con sables Que adora al dolor Y castiga al hombre, condenado a la vil castidad
Ah…
Sus ojos no lloran más Su cuerpo ha sufrido, mil vejaciones Las llagas cubren su faz Su vientre se pierde, entre contusiones
Nunca imaginó Que fuera real, el mentado infierno Pero él conoció Antes de morir, las ardientes brasas de la crueldad
Ah… ¡no!
Un haz de luz entra a la celda y anuncia la hora esperada Robustos guardias arrastran la carne que hace tan poco era humana Morbosas gentes llegan, todos quieren presenciar el fin del hereje (“¡Apóstata!”, “¡Blasfemo!”), le gritan todos invocando a la muerte
Coro: ¿Es ésta la otra mejilla de tu Redentor? ¿Es ésta la piedad que a ti él prometió? (¡Oh, ingenuo!) Siente en mi sangre la ira de tu Dios
Abjuro la falsa fe de un lejano desierto, donde el rencor cabalgó en las frases (¡De un hebreo!) Falso profeta de un falso Dios
Las palabras del hereje petrifican los rostros inquisidores Rápidamente las gentes huyen temiendo venideros horrores Una sonrisa macabra adorna las llamas donde arde su cuerpo Una tormenta de azufre surge de la tierra donde yace el muerto
Coro: ¿Es ésta la otra mejilla de su Redentor? ¿Es ésta la piedad que a ustedes él prometió? (¡Oh, ingenuos!) Huyan cobardes de mi maldición
Abjuré la falsa fe de un lejano desierto, donde se fraguó la maldición de mi pueblo (¡Oh, hebreo!) Maldije tu sangre en plena comuniónTeksty umieszczone na naszej stronie są własnością wytwórni, wykonawców, osób mających do nich prawa.