Un día leí en una jarra de cerveza una historia que escribían los restos de espuma; era una leyenda del antiguo pueblo celta que contaban los druidas en noches oscuras.
Hablaba de una espada que todos querían poseer, el reto era arrancarla de una roca, y ver cómo crecía tu hombría y gallardía; perpendicular, el tedio hoy vas a taladrar.
¡Sexcalibur, Sexcalibur! ¡Sexcalibur, Sexcalibur!
Mira el brillo de mi espada, quiere ser desenvainada; la he logrado por amor, para poseer tu flor.
Mi arma dura está engrasada, lista para la batalla; tu trinchera veo ya, y la voy a conquistar.
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