Se juzgó postergado, nació así hostilidad que en un bélico encuentro acabará.
Quería sustituir la vieja hegemonía que despoja a su poder cabida.
Aceptaron solventar todas sus diferencias en una divina y pugnaz sentencia.
“Mira a mis ojos y dime por qué sobre egoísmo y tierra se puede romper cualquier unión y toda la fe. Mira a mis ojos y dime por qué...”
Las huestes se dirigen desnudando sus armas a la batalla de la Llantada. Dura y atroz contienda, llanos, anchos valles cubiertos de cadáveres y sangre.
“Mira a mis ojos y dime el porqué de toda esta guerra de muerte y sandez tuerto de falsedad y cruel. Mira a mis ojos y dime por qué...”
Pero no va a admitir, no acepta el resultado, es duro cobijar el fracaso. Así una nueva batalla, nuevo brote de dolor, aniquilamiento, ruina, destrucción. Teksty umieszczone na naszej stronie są własnością wytwórni, wykonawców, osób mających do nich prawa. |
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