Cada día, cuando se marcha el sol, la soledad se pinta los labios y las uñas, la soledad se peina, se pone un ajustado traje de noche y sale dispuesta a hacer la ronda, dispuesta a visitar uno por uno a los solitarios, a sus fieles.
La soledad en un bar toma una copa con un joven. La soledad acompaña en el autobús a una muchacha triste que regresa a casa, besa a un mendigo y lo deja dormido en un portal, da unas vueltas por los últimos serenos y se entretiene con un portero de noche.
Llega a la garita de un soldado y hace guardia con él. Charla con una prostituta aburrida, se mete en la cama con un presidiario que no tiene sueño y le habla de la vida de fuera. La soledad acompaña a un camionero unos kilómetros, compra algo en una farmacia de guardia, entra en los hospitales, bromea con los taxistas, sube a visitar a un anciano, o a una anciana enferma. La soledad arropa y acuna a un niño que se ha despertado y tiene miedo.
Va de un lado para otro, sin descansar y sin olvidar a nadie. La soledad llega a tu casa y se sienta junto a ti, y se fuma contigo un cigarrillo y se toma una copa.
La soledad es la princesa de la noche, la inevitable compañía de los insomnes y de los noctámbulos.
Hay una letrilla de flamenco que dice: “Soleá no es estar solo, es estarte a ti queriendo y que tú quieras a otro”.Teksty umieszczone na naszej stronie są własnością wytwórni, wykonawców, osób mających do nich prawa.