Envueltas en ocaso —en dorado fulgurante— su efluvio mana arrobante sobre la greda del negro suelo.
Y en extático embeleso en las grutas escondidas inicia el rito de los sueños.
Espirales trazan el camino lejano, dolos ecos coalescen amortajando el letargo.
En el frío lecho kárstico la linfa en lumbre diáfana baña las ánforas quebradas.
Llama que se extingue, oro que se apaga, Acero negro, hilos de plata; Baladro del mar que profundo resurge,
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