La noche y su manto cubre las montañas,
cielo sin estrellas.
Iba solitario entre la maleza
un hombre culpable: pecador!
Un árbol señala con sus viejas ramas
una luz extraña,
la entrada de un templo con la puerta abierta
una cruz con sangre y un altar.
Al padre vio cantar la misa en latín,
y en la consagración el cuello desgarró,
y observa el pecador la sangre derramar,
y pudo presenciar la decapitación.
Ojos confundidos, de terror colmados,
miran hacia el suelo,
la sangre que brota del cuerpo del padre
llega hasta sus pies, ardiente!
Desde esa noche la voz apagada,
cuerpo abatido,
redención forzada, justicia divina,
se impuso la cruz y el perdón.
Al padre vio cantar la misa en latín,
y en la consagración el cuello desgarró,
y observa el pecador la sangre derramar,
y pudo presenciar la decapitación.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi,
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