La ambición por el poder

te ha llevado a conocer

la insaciable sensación

de egoísmo y corrupción.



Por dinero has sentido

hasta el deseo de vender a tus hijos,

la avaricia en tu vida,

pero en tu alma ni te horrorizas.



La amarga riqueza del poder

que te corrompe,

te arrodillas ante él,

dinero que da placer.



Los días pasan y quieres más,

pues sientes que no puedes parar,

los favores se pagan bien

y no importa quien es quien.



Lo peor del caso es que muchos ya

siguen tu ejemplo sin parar,

se enorgullecen de sus actos

y de los millones que han robado.

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