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Reptando y en silencio tu séquito de consejeros
Retornan a su propio nido a través de oscuros senderos.
El odio mata al que lo siente,
Por eso no me invade el rencor.

Las miradas te persiguen, quedas sólo e invisible,
Buscas dentro tuyo una paz inadmisible.
Y ahora estás sufriendo de las heridas el ardor,
Se oye en lo profundo el lamento del traidor.

Nunca quise verte mal,
Mi mano no te impuso temor.
Pues una venganza jamás
Podrá apagar mi dolor.

Impugno tu arrepentimiento,
Ya no aguardes mi perdón.
Justa es siempre esta vida,
Aunque no parezca a veces.
Observo desconcertado,
Tus daños los pagas con creces.

La espalda que apuñalaste,
El hombre al que impusiste dolor,
Hoy es él quien escucha
El lamento del traidor.

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